Me encontraba inmóvil, no sabia donde estaba y mis recuerdos eran oscuros y borrosos. Solo sentía frío y silencio…
Trate de mover las piernas y los brazos varias veces. Solo conseguí realizar torpes movimientos. Al levantar las piernas, mi rodilla pego con el techo del pequeño cuarto, parecía ser una gran tabla de madera. Levante las manos tratando de levantar el techo, pero era muy pesado.
Desesperado, trate de abrir la caja… pero jamás pude mover la pesada tapa. Una idea pasaba por mi mente, pero no quería aceptarla. Negué mi actual condición tantas veces que comencé a gritar, pedía auxilio; pero nadie me oía.
Trate calmarme. Me dolían los brazos y la garganta. En la desesperación comencé a rasgar con las uñas el techo de lo que pensé era un ataúd. Solo logre astillarme. Las lágrimas me salían de los ojos. No se cuanto tiempo había pasado. Quizás solo eran unos cuantos minutos pero a mi me parecieron horas. Quise recordar que había pasado, me esforcé tanto como pude, lo intente varias veces, pero no logre nada.
Pensé en dejar de respirar por ratos, no sabía por cuanto tiempo me duraría el aire. Volví a rasgar la dura tabla con las uñas, pero solo conseguí herirme mas; lo intente con los puños, golpeando sin cesar el techo. Mis nudillos sangraron y finalmente desistí. Las lágrimas salían de mis ojos, estaba convencido de que moriría. ¡Es curioso como uno se aferra a cualquier esperanza posible!, volví a gritar; grite como nunca había gritado en mi vida… pero nadie me oyó.
Comencé a escuchar voces. Risas llenas de locura que me atormentaban. Grite con mucha fuerza “auxilio”. Pero las voces y las risas parecían no oírme. Grite que se callaran, pero mas fuertes se hacían. Volví a golpear el techo, no quería morir ahí. Me había decidido a salir de una vez por todas. Planee el caer de la tierra, hacia donde movería la cabeza y como cerraría los ojos y la boca, para evitar tragármela, en lo que haría al salir de ahí, a quienes les contaría y como se los platicaría, seguramente sería llamado héroe… al pensar en esas cosas se me salían las lagrimas de los ojos, muy en el fondo sabia que no lograría salir.
Los puños me dolían, sentía la sangre correr por mis nudillos. No se cuantos golpes habré hecho, pero, con cada golpe la tabla se hacía impenetrable.
Me sentía mareado, mis puños estaban llenos de un dolor indescriptible, un dolor causado por las astillas de madera en la piel abierta. Volví a gritar con las pocas fuerzas que tenía, pero era inútil, sabia que nadie vendría en mi ayuda y que moriría dentro de esa caja oscura.
El aire se agotaba, no tenía fuerzas para gritar, ni para volver a pegar ni rasguñar el techo. No podía ya pensar en nada. Las lagrimas me salían de los ojos, como si el llanto fuera mi ultimo consuelo en esos momentos, rece muchos padres nuestros y le rogaba a Dios que me ayudara, ¡no quería morir así! El aire me faltaba cada vez más y el dolor en los puños era insoportable…
No se cuanto tiempo ya había transcurrido y al parecer Dios no estaba en servicio en ese momento.
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