sábado, 25 de abril de 2009

Evangelio

Dios, nuestro señor y único salvador nos hace participes del camino de rectitud que debemos seguir. Permitió que cayera; para después levantarme, dejó que me ensuciará del lodo del mundo; para después limpiarme. ¿Acaso no es Dios mismo quien mejor elige a sus apóstoles?, Nadie sigue al señor estando sucio, pero es necesario conocer la suciedad y la inmundicia del mundo para poder elegir, porque hasta en eso el señor mismo nos ha hecho libres. ¿Acaso no es él mismo Dios quien permite que el Diablo nos ofrezca de su plato para después decidir que plato comer? Recordemos al santo Job que pasó calamidades y jamás perdió su fe, a los apóstoles que fueron perseguidos y torturados y a pesar de todo eso, siguieron viviendo como hermanos en la caridad y en el amor. Dios permite que seamos tentados para expresar que realmente somos dignos de seguirlo, aunque en ocasiones nos dejemos seducir por lo que el mundo ofrece, aquel camino fácil por él cual mucha gente ha sucumbido, Dios estará presente, será el primero en levantarnos cuando nuestras fuerzas se tornen ya pérdidas, jamás estaremos totalmente solos, si nuestro corazón esta abierto a la fe. Aquel que dice “Yo creo en Dios” pero sin embargo no le confía, es un mentiroso. Pero si en tu corazón expresas no solo tu creencia sino también le ofreces tu confianza, el señor te dará lo justo. Él, mejor que nadie sabe lo que cada uno alberga en lo más recóndito de su alma, y precisamente por esa razón, es Dios mismo quien permite que seamos tentados, nuestras decisiones siempre serán vacilantes y dudosas pero si confío que Dios dará la iluminación a mi juicio, yo siempre escogeré el buen camino. Debemos confiar en Dios siempre, y en el fruto de esa confianza nos dará la paz, que es la felicidad eterna.

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